Nada diferencia tanto al
Homo sapiens de otras especies, y con mayor claridad, que la posesión de la
lengua y la cultura. Las características únicas la lengua nos permite comunicar
casi cualquier cosa que nos viene a la cabeza. Nos permite aprender de las
elaboraciones de generaciones anteriores: usamos valores adquiridos
anteriormente, además del ensayo y error, para mejorar nuestras vidas. La
imbatible combinación de la lengua y cultura nos ha hecho gobernantes de la
Tierra.
No obstante, la cuestión para antropólogos y lingüistas, no es por qué la lengua y la cultura son tan grandes, sino lo que en principio lo hace posible.
Sabemos que estas dos
herramientas cognitivas sociales están relacionadas: la cuestión es entender la
naturaleza de esta relación. Desde Aristóteles y Platón, han lidiado dos
enfoques principales. Desde la tradición platónica nos llega la idea
"innata" de que el lenguaje está predeterminado, que tiene una forma
inmutable, dictada por los genes (o los dioses). Se trata de una calle de solo
sentido: el lenguaje facilita la cultura, pero la influencia de la cultura en
la lengua es mínima. Las ideas aristotélicas, sin embargo, sostienen que gran
parte del lenguaje se establece por las convenciones culturales, y que sirve a
nuestra peculiar "instinto social".
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